Hace unos días mis papás, mi hermano y yo, y la abuelita nos fuimos a Albacete, para celebrar el 92 cumpleaños de mi bisabuela Maruja. Como siempre, allí nos juntamos la gran familia. Yo iba algo inquieto porque era la primera vez que acudía a una celebración de este tipo. También porque no sabía que impresión iba a causarles mi visita, ya que hacía tiempo que no nos veiamos.
Sin embargo, todo salió de maravilla. Mi bisabuela Maruja estaba guapísima y muy contenta de tenernos a todos junto a ella. Nos fuimos a un restaurante a comer y a celebrar el cumple. Todo eran abrazos, besos y alegría.
Yo pasé de brazo en brazo y les impresioné a todos de lo fuerte y guapo que estaba. Mi hermano no paraba de correr y jugar con los demás primos. Disfrutamos mucho de este encuentro familiar.
Por la tarde, ya anochecido, regresamos a Alicante. Veniamos tan cansados que mi hermano y yo nos quedamos dormidos.
Como mi primo Juan no había venido a Albacete, estaba impaciente por ver a mi hermano. Se encontraron en Gadea, se subieron a la silla doble y posaron para esta foto tan bonita.
Aprovechando que estábamos en Gadea, nos acercamos a Mandarina Garden. Allí nos esperaban las mamás emprendedoras organizando una fiesta para chicas de 35-40 años. Estaban tan animadas que era imposible que la fiesta no fuera un éxito.
Y llegó el santo de mi yaya Pilar. Como antes os lo ha explicado mi hermano Mateo, ahora me toca a mi.
El santo fué el viernes pasado, día del Pilar. Por la mañana, nos fuimos todos de paseo por la Plaza Nueva . Allí vimos los peces y jugué con mi madrina Berta. Luego los mayores tomaron unas cervecitas y yo comí frutos secos. Mi hermanito estaba tumbado en el coche disfrutanto de un día espléndido. Como llegaba la hora de comer, nos dirigimos a casa. Mi yaya había preparado una de esas comidas que generan adicción a la buena mesa. Mi abu sacó una botella de vino. Por los comentarios que oía debía ser bueno, porque alzaban las copas, se reían y decían ¡qué rico!.
Mi yaya estaba muy emocionada. Tanto, que cogió en brazos a Mateo y casi llora de alegría. Luego le pusieron el el coche y aprovechó para lucir sus zapatos nuevos. Tan nuevos, tan nuevos, ¡ que era la primera vez que usaba zapatos! Esto es una exclusiva.
Después de comer, tomé mi caracol de madera, regalo de Teresa, y dí unas cuantas vueltas por la casa. Luego busqué mi juego de plastilina y comencé a crear y a inventar objetos y animales.
Mi hermano, desde su carrito, observaba con mucha atención mis movimientos. Deseaba participar, pero aún no es capaz de despegarse del carrito. Un beso de los dos.
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