miércoles, 31 de julio de 2013

EL VERANO, LOS JUEGOS, LA PLAYA...



Hola a todos:

Llegó el verano, el calor aprieta, el sol  ciega los ojos.
 Hoy me toca a mi llevar gafas de sol. Como aún no tengo las mías, me he puesto las de mi papá, pero sólo un ratito, para impresionar.



El sábado pasado nos fuimos a la playa. Llegamos y mi hermano se fué hacia el agua sin pensárselo dos veces.

Mi yaya estaba cerca y enseguida gritó: ¡ Que se mete!




Luego resultó que Miguel  iba a coger agua con la regadera para llevarla al castillo de arena que estaba haciendo el abu.

Viendo a mi hermano, me  entraron muchas ganas de "colaborar" arreglando el castillo y me lancé a la arena.






Al momento, arena y yo, éramos uno. No sólo "retoqué" el castillo de mi abu  Miguel, sino que  mi ojo derecho estaba cegado por la arena,  que  hasta llegué a  probar, y todo mi cuerpo embadurnado. ¡ Qué gustazo!


Pero, afortunadamente, mis abus estaban cerca. Nos cogieron a los dos y  nos  dieron un buen remojón. Miguel y mi abu se fueron a cazar olas "de chupa-chupa", de las grandes, de las que te tiran y te ponen los pelos de mil maneras.



Estábamos un poco con moquillo y con el baño desapareció de golpe. ¡ Cómo disfrutamos!






Por la tarde, nos fuimos a dar un paseo y a jugar un ratito al parta de mi abuelita. Yo me metí en la casita de colores y me asomé por todas las ventanas asustando al personal.






 Mi  hermano se sentó en un caballito y  jugaba con los cochecitos y el helicóptero.




Más tarde, casi anochecido, mi abu nos indicó la bonita puesta de sol vista desde el apartamento.










 




Era tan espectacular que le hicimos estas fotos. Un besito de los dos.

martes, 23 de julio de 2013

¡HE VIAJADO EN EL TRAM!

Hola a todos:


El   viernes pasado,  por la tarde, nos recogieron nuestros abus de Pitusos.
Primero fuimos a su casa; allí  dormimos la siesta y merendamos.
 
A media tarde emprendimos viaje hacia  el apartamento, en Playa de S. Juan. Mi hermano Miguel estaba muy contento por  volver a subir al tranvía. A mí me invadía la curiosidad porque  era mi primera vez.




Iniciamos el viaje en Luceros. Miguel, que es muy mayor, bajó por las escaleras eléctricas, pero yo lo hice por el ascensor.





Abajo, antes de subir al tram, se nos unió  la tía Berta.







Así, los abus, nosotros  dos y la tía Berta, nos subimos al vagón. Sólo encontramos un asiento libre.



En él se sentó mi yaya y cogió a Miguel. Yo iba en mi carrito, sin problemas, pero con los cuidados de mi tía.
 El viaje resultó maravilloso y divertido.



Al día siguiente, mi hermano Miguel se puso sus gafas de sol y nos
dijo que quería ir a dar de comer a los patitos del Lago del Golf.






Cogimos  comida para patos que teníamos en una bolsa y para allá nos fuimos. Comenzamos  a echarles comida y los patos, más que correr, volaban hacia nosotros.


Tanto llamaban la atención, que unos pajaritos que andaban  por allí, olireron la comida y también se presentaron por su ración.





De manera discreta y desde la valla oteaban los  trocitos que se despistaban y, con sorprendente velocidad, caían sobre ellos.




Cuando se terminó la comida, mi abu nos llevó  a los toboganes y al castillo inchable del Golf.




Miguel enseguida se subió al castillo. Mientras yo caminaba, con apoyos, por la zona de  los toboganes.




En uno de aquellos lances,  calculé mal la distancia y me pegué un soberano golpe en la cabeza, tan molesto, que aún lo recuerdo y llevo la muestra del chichón.



Mi hermano no se enteró. Cuando se le agotó el tiempo del castillo se pasó al tobogán y disfrutó muchísimo.

Yo seguía lamentándome. Un besito.